Érase una vez...Sonido '74

Hacia una historia del rock aguilarense

Un contexto cultural

Tucumán, Aguilares, finales de los años 60. Unos años turbulentos desde lo social, marcados por la represiva y trágica dictadura que había iniciado en 1966 con Onganía y que, entre algunas de sus notas menos destacables, se encuentra el cierre de los ingenios azucareros de la provincia. Una nueva realidad social que iba a marcar a fuego la vida de miles de trabajadores del surco y de los ingenios, que de un momento a otro perdían gran parte de su sustento que los movía en el día a día de una provincia en crisis. En este contexto, que también iba a estar marcado por el aumento de la conflictividad social iban sucediéndose distintos levantamientos que hasta el día de hoy se encuentran grabados en la retina de los testigos de la época: los Tucumanazos. Calles con barricadas, represión y sangre teñían la vida de los ciudadanos de a pie.
En este ámbito, la cultura se hacía eco de una realidad y es ahí donde el “Tucumán Arde” aparecía en 1968, como un medio sobre el cual mostrar puertas hacia afuera cuál era la realidad de hambre que se pasaba en el terruño. En esa espiral de conflictividad y violencia, la provincia se posicionaba como un polo cultural relevante: cines y teatros eran una realidad para grandes sectores, sobre todo el primero que significaba un momento de esparcimiento para la clase media. Eso no quitaba la existencia de espacios como los bailes, donde los sectores populares asistían a pasar las penas, y jóvenes podían guiarse al son de las orquestas de época que de a poco dejaban el tango, jazz y pasodobles para probar suerte con los ritmos tropicales que iban ganando cada vez más notoriedad.
Sin embargo, en ese mundo musical empezaba a prender algo nuevo, distinto. ¿Era una nueva invasión británica? El guitarrista Luis Albornoz, quien fuera parte de Los Sabuesos, La Pequeña Banda de Trícupa y Redd (entre otras bandas) nos dice que la imagen de Los Beatles le quedó grabada en la retina en unas funciones del antiguo Cine Plaza, en esos adelantos entre película y película. La realidad para muchos jóvenes iba a ser distinta, musicalmente hablando, pero ya llegará el momento de quedarnos en San Miguel. La pregunta aquí es ¿qué pasaba en el sur de la provincia? ¿qué pasaba en Aguilares? Una ciudad azucarera que se encontró en la encrucijada de las políticas del onganiato no fue ajena al nuevo escenario económico local. En este mundo se encontraban dos jóvenes entusiastas por la música, Jorge Arias y Ramón Antonio Soria, al momento estudiantes del Colegio Nacional Nicolás Avellanda. En un banco de la Plaza 25 de Mayo, la principal de “la Ciudad de las Avenidas” se decidieron en armar un banda de forma bastante rudimentaria; en palabras de Jorge, una guitarra y un bombo leguero hacían de base sobre la cual empezaban las andanzas que eran acompañadas por las familias trabajadoras.
En la búsqueda de formar una banda llegaron a los oídos de los jóvenes el rumor que en los barrios aguilarenses andaba otro fanático de la música, un guitarrista de folclore pero dedicado al punteo. Ese jóven era José Rojas, “Pepe” para los amigos. Tanto Ramón como Jorge concuerdan en pensar sobre el desafío de convencer a “Pepe”, destacado como folclorista en aquel entonces, a pasar a formar filas de un grupo de rock. Recuerdos de por medio, que pueden presentarse algo difusos a la memoria, el joven guitarrista aguilarense cerraba filas con Soria y Arias, sumándose uno de sus hermanos por corto tiempo, Alberto. El conjunto ya estaba, pero…¿y ahora? Los instrumentos faltaban, pero la musicalidad y las ganas estaban. Los recuerdos sobre Pepe afloran en las palabras de Jorge, Ramón y su otro hermano Victor Hugo: él era el músico de la banda, quien en base a oído y capacidades iba a marcar el corto pero intenso camino de la banda que estaba al caer.

La banda se forma: sumemos edades

En ese entusiasmo de juventud, Jorge, Ramón, Pepe y Alberto llegan a un acuerdo acerca del nombre: Sonido ‘74. Pero si estamos entre finales del ‘67 y comienzos del ‘68, ¿de donde viene ese nombre? Con los miembros de la banda presentes encontramos la misma respuesta: 74 era la sumatoria de la edad de todos sus miembros. Parte de la creación ya estaba en marcha, pero ¿y la música? Atrás quedarian la criolla y el bombo, los punteos de folclore de Pepe. El rock estaba presente, inclusive en lo que muchas veces se conoció despectivamente como el interior del interior. Esta nueva rebeldía se iba a enmarcar en dos espacios, el de la nueva ola o música que para 1968 se había convertido de baile (Los Iracundos, Los Naufragos, Industria Nacional o Trocha Angosta, por ejemplo) y por otro lado el creciente rock nacional con la tríada primigenia: Manal, Almendra y Los Gatos, que habian ido dejando esa nueva ola para ir endureciendo su sonido.
Estas miradas acerca de la cultura musical, afectaron la decisión de Sonido ‘74, que debía abocarse en encontrar instrumentos que los pusiera dentro de un ámbito poco desarrollado en el sur de la provincia. Por teléfono, Alberto Rojas comenta que el escenario estaba en ebullición: en Concepción estaban Los Rebeldes, Sonido Beat y en Juan Bautista Alberdi, Noche Corta. Este escenario iba marcando un horizonte para romper un burbuja de cristal para los jovenes aguilarenses. Inicios del ‘68, y los instrumentos estaban al caer. Ramon Soria comenta en su recuerdo sobre eso al decir que Arias con mucho esfuerzo llegó a Buenos Aires, con algo de soporte familiar, para adquirir los instrumentos en Casa America. Pero, ¿y el dinero para la aventura? ¿de dónde salió?. Aquí las versiones y los recuerdos se entrecruzan entre un misterioso hombre cual cuento de hadas, el favor del dueño de una confitería, como así también el papel de un prestamista de cierto buen corazón.
Sea como fuere, Arias partió lleno de ilusiones y volvió con los insumos necesarios para dar rienda suelta a los sueños que salían de las reuniones. La primera guitarra, la de Pepe, ya estaba terminada. De acuerdo con los testimonios, en mayor o menor medida, un carpintero junto a miembros de la banda armaron un instrumento de una figura única y peculiar, con un color clásico que de acuerdo a Victor Hugo (hermano de Pepe) no gustó, pasando por “chapa y pintura” para tener un color crema que resaltaba aún más. Empezó la práctica y un estilo Nueva Ola inundaba la estética del conjunto como puede verse en esta foto de marzo de 1968, donde Sonido ‘74 toca en el cumpleaños de 15 de la hermana de Jorge Arias.

Fotografia de Jorge Arias.

Es él quien recuerda que el primer recital oficial del conjunto en el Festival del Corralito, un espacio ubicado entre Alberdi y Escaba. Ramón Soria en tanto lo recuerda de otro modo: Puerto Montt, el clásico de Los Iracundos en un programa de radio en LV12. Las anécdotas pueden resultar accesorias, pero las miradas culturales del momento permiten ver esa realidad, a Sonido ‘74 como un grupo de baile, a la manera de Los Rebeldes o Noche Corta. Con los inicios, arrancaron las dificultades. Ramón cuenta en su entrevista acerca del poco conocimiento con la batería y su armado sobre todo, con un consiguiente recuerdo un tanto amargo que despertó su resiliencia: luego de un recital en donde pudo compartir escenario con Teddy Chumba, record Guiness de resistencia por tocar la batería, pudo sentir las emociones en primera persona provocando parteaguas negativo y positivo a la vez ya la banda le planeó salir para dar lugar a otro; pero fue la constancia y el ímpetu el que lo llevó a perfeccionarse en la batería de forma constante y consciente. Jorge da cuenta de esa resiliencia, que era parte del conjunto en general. Junto con Aldo Priotti, pariente, que oficiaba de manager y presentador el conjunto fue tocando para hacerse conocido. El tiempo y la realidad personal marcaba en ese entonces un cambio: por razones personales Alberto dejaba la banda e ingresaba su hermano Victor Hugo Rojas al bajo. Ya Sonido estaba establecido:
• Jorge Arias: guitarra rítmica y voz
• José “Pepe” Rojas: primera guitarra
• Víctor Hugo Rojas: bajo
• Ramón Antonio Soria: batería

Ya aquí tomamos el papel de la familia Arias en el avance de la banda; cuenta Jorge que su padre “don Arias” había sido trabajador del Ingenio Aguilares hasta 1955 con el golpe militar que derrocó a Juan Domingo Perón. Con la llegada del gobierno militar don Arias fue despedido del ingenio por su militancia, un común denominador para muchos obreros en esos oscuros momentos. Eso obligó a la familia a buscar nuevas formas de subsistir en Aguilares, con quioscos familiares y finalmente con una especie de PyME como nos dice Jorge, en donde se compraban las bolsas de azúcar que no alcanzaban a ser vendidas en el puerto, que húmedas y algo rotas volvían a Aguilares. Una vez aquí se abrian las bolsas, eran lavadas en el por entonces salubre Río Medina, y eran remendadas para ser depositadas en un galpón, para ser rellenadas nuevamente y ser vendidas como azúcar de segunda. Es en este galpón donde la banda ensayaba casi a diario, Ramón recuerda las bolsas de arpillera apiladas, Victor Hugo con más profundidad dice que tocaban en la tarde hasta el anochecer, y que daban cuenta al salir como los vecinos y transeúntes se agolpaban a las puertas del galpón a escuchar a esos jóvenes que entre su repertorio empezaba a aparecer una música que no era tan bailable.

1969: la amplificación

Estamos ya en 1969 y los jóvenes trajeados de Sonido ‘74 empezaban a mezclar algunos temas propios de Arias, con un material que venía de Buenos Aires. Estamos en el momento en el cual la tríada inicíatica del rock nacional empezaba a constituirse con fuerzas. En efecto, Jorge comenta que llegaron a un punto de estar en las disyuntiva de sumar a un organista y seguir con los bailes o mantenerse como un grupo cada vez más eléctrico y rockero. Vamos entrando con esto a la segunda etapa de la banda, que se muestra en esta foto que se considera la inauguración del bar Plaza y donde, si bien solo podemos ver a Ramón y Pepe, podemos notar en el bombo de la batería caras dibujadas y el símbolo de paz hippie. Toda una declaración de principios.

Fotografia de Victor Hugo Rojas


Si bien San Miguel de Tucumán a ese entonces era un polo cultural importante, esto no era un denominador común para toda la provincia. ¿Donde llegaban las novedades discográficas a la ciudad de las Avenidas? En la antigua disquería Amambay, hoy reconvertida en regalería como parte de la tragedia que atacó a este mundo norteño en las últimas décadas. Jorge comenta que por ahí lograba que algún familiar en un viaje a Buenos Aires le trajera alguna novedad de las disquerías porteñas donde el mundo del rock se encontraba en inmensa ebullición. Empezaban a ser los tiempos de Los Gatos más rockeros, con la incorporación de Pappo para “Beat N. 1” su cuarto disco; Manal con su “bomba” y Almendra con la conjunción de poesía-lirismo de Spinetta y la impronta rock de Edelmiro Molinari que romperían los moldes a comienzos de 1970, Vox Dei con su “Cuero” sería otro cantar y punto de inflexión para Sonido ‘74.
Entramos en la segunda etapa de la banda, centrada en covers pero también en algunas composiciones propias de Arias que tocaban en vivo. Almendra, con Muchacha Ojos de Papel, Ana No Duerme y Tema de Pototo, como así también “Cuero” de Vox Dei completo, eran el repertorio del grupo. Pensar los ensayos desde nuestro presente, nos lleva a imaginar ese trabajo de levantar y apoyar el brazo de la consola sobre el long play, todo para lograr que las canciones sonaran lo más cercano al artista. De a poco, Sonido ‘74 iba mejorando y los nuevo conciertos que hacían comenzaron a implicar locales del interior de la provincia y San Miguel. Eran el grupo de rock por excelencia de Aguilares, tocando en espacios como el salón de Socorros Mutuos de la ciudad, en donde Victor Hugo recuerda que compartieron escenario con Los Fantasmas e inclusive Los Sabuesos, algo que puede confirmarse ya que Luis Albornoz de este último grupo recuerda que su primer recital fue en Aguilares. Jorge Arias comenta al respecto el asombro que le despertaba un conjunto como Los Fantasmas, siendo la primera vez que vio elementos que iban más allá del presupuesto.

El boom y ¿la proyección?

En algun momento del ‘69 / ‘70, un empresario capitalino se decide a hacer un concurso de bandas de rock con premio monetario y de exposición. Esto es algo que recuerdan gratamente tanto Ramón como Jorge con cierta gracia. Sonido ‘74 gana ese concurso, de acuerdo a este último porque eran la única banda del interior y no harían problemas en no recibir el premio monetario. Sí algo se cumplió, el ser teloneros de Vox Dei y Almendra en el Club Estudiantes en San Miguel de Tucumán. Las fechas son difusas, pero podemos pensar en el año ‘70 sobre todo por el rol que tenían esas bandas para la cultura nacional a partir de ese año, una verdadera explosión.
Siguiendo el relato de Ramón, el recuerdo da cuenta de una cantidad de público importante tanto dentro como fuera del club, todos iban por Vox Dei y Almendra. Las puertas eran cerradas y la multitud se agolpaba. ¿El resultado? Represión en las inmediaciones y apertura del espacio para un lleno total. Con una batería corrida un poco hacia el lateral del escenario, Ramón no alcanza a ver a la multitud, una luz azul le impedía ver más allá de “sombras”. En ese contexto, Sonido ‘74 salió a tocar, siendo presentado frente a un silencio generalizado, “¿quién podría conocernos?” dice. En medio del silencio, un “miguelito” voló al aire, reventando en una onda sonora que resonó en todo el espacio. A partir de ese momento, algo era cierto, la banda podía ser algo más. Empezaba a gestarse una última etapa de potencia, donde el conjunto se aceitaba de gran modo.
Los miembros de la banda concuerdan que viajaban a San Miguel de Tucumán las veces que algún músico o conjunto de Buenos Aires llegaba a tocar, por ejemplo Manal. Ya con esta nueva realidad Sonido ‘74 empezaba a crear algo de un repertorio personal, pero ¿sobre qué giraban estos temas? Tanto Jorge como Ramón dan cuenta de un elemento prioritario en la música, el rock se mezclaba con el folclóre: una especie de Arco Iris de Santaolalla. El contexto era propicio y las habilidades que iban consiguiendo con la práctica permitía profundizar ese repertorio. Jorge dirá, queríamos tener una repercusión en la provincia; Ramón mientras tanto con anhelo piensa en una posible proyección nacional…a la vez Victor Hugo recuerda de algún que otro festival en Aguilares para la época de carnavales, en las cuales se presentaron, uno particular que se dió en la zona del Arroyo Barrientos, “muy recordado”.

Posludio

Jorge, Ramón, Victor Hugo y Pepe eran jóvenes estudiantes. En este transcurrir con Sonido ‘74 fueron pasando su secundario. ¿Que cabía esperar al momento de terminar el ciclo? El frasco de cristal se había roto, pero había que pensar en algo propio del momento en el cual la música del interior se encontraba. No era fácil ser músico de rock en un espacio que no fuera Buenos Aires, las discográficas exigían la estadía de la banda en la Capital, con giras tendientes a promocionar simples que de acuerdo a la recepción, llevaran a la concreción de un Long Play. El material de la banda seguía mezclándose con covers mayormente, Beatles con Let it Be y Good Day Sunshine o Creedence Clearwater Revival, con Green River por ejemplo. Sonido ‘74 parecía asentarse y ser una representación firme del rock aguilarense: ya habían pasado por el Club del Beat de Radio Nacional, por LV12, habían sido teloneros de Vox Dei y Almendra, e inclusive había salido en el casi mítico Caja N° 10, programa musical de Canal 10.
Pero la realidad social marcó una agenda en la vida diaria del conjunto, las peripecias de la vida misma. El secundario se terminaba, y con ello el momento de la banda, había que estudiar o trabajar. Sonido ‘74 pasó a llamarse en el último tiempo Fornax; Jorge Arias comenta que fue en clases de astronomía donde dio con el nombre, ya la sumatoria de edades había sobrepasado al ‘74 y la madurez del grupo llevó a ese cambio de nombre. En esa instancia se sumaba una nueva voz principal, bajo la figura del “Chueco” Saavedra. Entre el año 1970 y sobre todo 1971, la realidad del fin estaba en el horizonte y efectivamente ocurrió. Son pocos los registros fotográficos que quedan de la banda, no era algo común como lo es hoy en día. La penúltima presentación del conjunto como tal se dió el día de egreso de Jorge Arias, momento que si está inmortalizado en esta foto en el pasillo del Colegio Nacional Nicolás Avellaneda.

Fotografia de Victor Hugo Rojas

Atrás habían quedado los trajes, la cuestión cultural se hacía presente en todo el país, pelos largos y pantalones acampanados al tono fueron el cierre de una corta pero intensa trayectoria, que marcaron la retina de la sociedad aguilarense, que en la actualidad al encontrarse con alguno de sus integrantes, cariñosamente los llaman por su nombre: “Sonido”.

Un cierre que puede ser un inicio: ¿arqueología musical?

No quería cerrar este primer abordaje a los orígenes del rock tucumano sin pasar por un registro anecdótico no menor. Tanto Ramón como Jorge recuerdan con ahínco la posibilidad de grabar un disco con la RCA Victor. Ramón comenta que bajo el programa El Club del Beat tuvieron la posibilidad de grabar una prueba que fue enviada a la RCA, quienes con visto bueno solamente les pidieron mejorar los instrumentos: equipos Robertone y un bajo Fender fue lo presupuestado. El disco en sí no se dio, porque la banda se separó por la partida de Jorge a estudiar a Buenos Aires y por una enfermedad de Pepe, que se lo llevó muy jóven de este mundo. De igual manera, podemos pensar que en la discoteca de Radio Nacional algo haya quedado, sería cuestión de continuar este trabajo con una muestra de arqueología musical, y quien le dice mi querido lector, que Sonido ‘74 pueda salir a la luz en algún momento.